Los cambios son fuertes, pero la resistencia es peor

Tengo muy fresco en mi memoria una mañana de octubre en el 1998 cuando a un grupo de empleados de una institución se nos invitó a estudiar algo, para que pudiéramos aprender e implementarlo, porque la institución no tenía los recursos necesarios para contratar un profesional externo que pudiera hacerlo, y desde ese instante las cosas cambiaron totalmente en mi caso particular, porque no me resistí al cambio, sino que lo vi como una oportunidad de mejora, de avanzar y de adaptarme a los nuevos tiempos, y esa actitud es que ha podido llevarme hasta donde estoy.

Los cambios son difíciles, porque tenemos que ajustarnos y aprender nuevas cosas, adaptarnos, la mayoría de las veces sin tiempo que perder, pues se trata de una especie de sobrevivencia, de tratar de no perder el control y de estar a tono y poder servir o ejecutar acciones para que una determinada empresa o negocio, pueda mantenerse y ofrecer a sus clientes, soluciones que vayan acorde con esos cambios.

Cuando la resistencia no tiene lugar

Resistirse al cambio no tiene sentido, pues solo llevas la de perder, pues de continuar luchando para no adaptarte, entonces te vas a encontrar en un escenario totalmente desolado, fuera de competencia, y extrañando aquellos momentos de gloria, donde eras el principal tema o elección.

Es común ver en empresas que muchos se resisten a los cambios, a pesar de que en cierta forma se dan cuenta de que no tiene sentido, y que los caminos conducen de manera irremediable hacia ese destino, y que la resistencia no hará más que en un momento, más temprano que tarde, sacarme de competencia o confinarme a un lugar, para recibir sólo limosnas.

Resulta imperativo aceptar los cambios, tratar en la medida de lo posible a descubrir nuevas cosas, redefinir procesos y situaciones, que te permitan ir al mismo paso que estos cambios, que cada vez se suscitan con mayor rapidez, y que en la mayoría de los casos, no nos dan tiempo a nada.

Cambiar o perecer

Un día despiertas y te encuentras en un escenario totalmente desconocido, donde no tienes vigencia, y lo irremediable toca a tu puerta, no para avisarte, sino para desalojarte, porque decidiste aferrarte a una idea que no era viable, tomaste la decisión de resistir, porque entendías había oportunidad y que por lo que habías hecho anteriormente, tu historia y legado, se te iba a reconocer, pero te enfrentas a una realidad muy diferente, donde no importan los logros del pasado, sino que se exigen resultados tangibles, donde esas estadísticas cosméticas ya no surten efecto, porque la vara de medir cambió totalmente, y no pudiste entenderlo.

Por eso, aunque los cambios nos envuelvan en un manto de oscuridad, depende de la rapidez con que decidas moverte, podrás ir despejando la misma, porque de lo contrario, serás un número en la bitácora, donde se mostraran tus múltiples logros, tu larga y pesada historia, pero que solo servirá de referencia, para mostrar a los nuevos inquilinos, como no se debe reaccionar.