el efecto Blackberry en las empresas

El efecto Blackberry: cuando la soberbia empresarial mata la innovación

Tal vez muchos no recuerden a Blackberry, aquel teléfono inteligente que a inicios de la década del 2010 dominaba el mercado global. Entre 2011 y 2013, era el dispositivo preferido por empresarios, funcionarios y gobiernos, gracias a su sistema de mensajería seguro y encriptado, considerado el más confiable del mundo.

En Estados Unidos, incluso, se convirtió en un estándar entre funcionarios públicos, por su capacidad para proteger comunicaciones sensibles frente a ataques, hackeos o filtraciones. Todo parecía indicar que Blackberry había alcanzado una posición inexpugnable.

Pero nada es eterno cuando la soberbia se impone a la visión.

De líder indiscutible a pieza de museo

Blackberry no cayó por un fallo técnico ni por falta de talento. Cayó por no escuchar.

Mientras la competencia —con Apple y los fabricantes de Android a la cabeza— apostaba por pantallas táctiles, tiendas de aplicaciones, integración multimedia y ecosistemas abiertos, Blackberry se aferró a su teclado físico y a su modelo cerrado.

Tenía seguridad, sí. Pero el consumidor pedía experiencia, conectividad y evolución. La empresa no lo entendió. Cuando finalmente reaccionó, el mercado ya había dado la espalda. Los usuarios, incluso los más fieles, habían emigrado a otras plataformas.

A ese fenómeno lo llamo “el efecto Blackberry”: la incapacidad de las grandes empresas de reconocer a tiempo los cambios estructurales del mercado y su empecinamiento en seguir haciendo lo mismo, incluso cuando los datos y los consumidores les gritan lo contrario.

El síndrome de las gigantes dormidas

El efecto Blackberry no es exclusivo del sector tecnológico. Ha sido visible en distintas industrias, donde la falta de adaptación ha sido letal.

Microsoft vivió algo similar cuando dominaba el mercado de los navegadores con Internet Explorer. Se sintió invencible… hasta que Google Chrome lo desplazó sin piedad.

Lo mismo ocurrió con Hotmail y Messenger, que reinaron durante años como servicios de correo y mensajería. Pero mientras Microsoft se dormía en los laureles, Gmail y nuevas plataformas de comunicación reinventaban la experiencia digital.

En todos esos casos, la historia se repite con distintos nombres, pero con el mismo resultado: la negación de los cambios termina costando caro.

Una advertencia para los negocios dominicanos

Ese mismo patrón comienza a notarse en diversos sectores de la economía dominicana.

Empresas y áreas de negocio que alguna vez fueron referentes, hoy se resisten a aceptar que el mundo ha cambiado. Persisten en modelos obsoletos, confiando en que la nostalgia o la costumbre bastarán para sostener sus operaciones.

Aun con números en rojo y consumidores que ya no responden, insisten en mantener estructuras, productos o estrategias que ya no tienen razón de ser. Lo hacen quizás por orgullo, por temor a admitir errores o simplemente por la creencia equivocada de que “todo tiempo pasado fue mejor”.

Pero la historia enseña que esa negación tiene fecha de vencimiento. Y cuando finalmente deciden reaccionar, suele ser tarde: los clientes se fueron, los socios se retiraron y el mercado los olvidó.

Antes de que sea demasiado tarde

Blackberry pagó caro su inobservancia. Microsoft también. Yahoo, Kodak, Blockbuster… la lista es larga.

Todas fueron advertidas. Ninguna quiso escuchar.

Si algo nos enseña el efecto Blackberry es que ninguna empresa, por grande o consolidada que parezca, está exenta del fracaso si se niega a evolucionar.

Y ojalá las compañías dominicanas —especialmente aquellas que todavía viven de glorias pasadas— lo comprendan antes de que sea demasiado tarde. Porque cuando el cambio llega, no pregunta si estás listo: simplemente te sustituye.