La primera impresión que tienes al tomar la bicicleta e iniciar la ruta, es el verte de repente atrapado entre las enormes e impresionantes montañas que pareciera quisieran tragarte y a medida que sigues el trayecto saliendo del pueblo de Ocoa, esas enormes montañas parecen invitarte a disfrutar y apreciar la belleza de la naturaleza.
Simulaciones de torres gigantescas que te miran de reojo, y que por momentos te intimidan, pero luego que sigues pedaleando, te sientes parte de la misma, cuando puedes ir apreciando el verdor y la magnitud de sus encantos, tanto el sol tratando de acariciar sus picos y jugueteando con las nubes que buscan también dar un poco de cobijo a estas escarpadas montañas de Ocoa camino a Las Pirámides.
Inmediatamente te encuentras saliendo de Ocoa camino a Las Pirámides, es escalando, por lo que el sufrimiento se apodera del cuerpo y la mente de cada uno de los ciclistas que tratan de realizar y culminar uno de los recorridos más exigentes que hay, no tanto por la cantidad de kilómetros a lograr, sino por la altura, pues se trata de llegar a un poco más de 2,400 metros sobre el nivel de mar.
El trayecto es largo, sin embargo, a medida que vas subiendo cada pedalazo recibe una gratificación, por la majestuosa e imponente vista que va ofreciendo el entorno, invitando a ser más agradecido y valorar el entorno que tienes. De un lado vas mirando esas montañas que te cubren y por el otro el gran precipicio, pero este adornado de una paisaje sin igual, montañas que de repente parecen que llegan al cielo, pero una vez haz logrado escalar lo suficiente, ya comienzan a verse más pequeñas, lejanas, pero mostrando su calidez cuando el sol de manera férrea se incrusta entre sus masas, tratando de romper el romance que sostienen estas con el manto blanco y suave de las nubes.
A pesar de lo escabroso del camino, aunque en bicicleta se transita con menores tropiezos, el paisaje sin igual te hace olvidar de esas incomodidades y de la eterna escalada que llevas y que solo escuchas a cada uno de los ciclistas expresar su angustia, sin embargo, la mayoría no desiste, porque el reto ante si es único e inapelable y se toman su descanso y en esos momentos, el susurro del viento y las montañas como cómplices, te expresan un sentimiento de arruyo, motivando a que sigas realizando el mejor de tus esfuerzos, porque el objetivo vale la pena.
La monotonía no existe en este trayecto, porque el paisaje va cambiando cada cierta cantidad de kilómetros y eso te va llevando a querer saber que hay más adelante, y cuando te encuentras ya a escasos kilómetros de Las Pirámides, cuando entras en el territorio propio del parque nacional, área protegida y con razones más que sobradas para serlo, por la diversidad, así como de inmediato sientes cual si abrieses la nevera, cuando te surca el rostro esa brisa, para expresarte a su manera, que entraste en otro territorio.
8 kilómetros que parecen cientos, son los que te separan de esa entrada al parque nacional de lo que es Las Pirámides y ahí te empieza a rodear una vegetación de diversos colores y aromas, con lo cual te vas olvidando de esos kilómetros que faltan para poder culminar ese interesante recorrido.
De repente cambia un poco la textura del camino, y pareciera que los árboles se esconden, para dar paso a ese enorme valle en el que anteriormente era costumbre ver a cientos de conejos salvajes correr despavoridos, pero que ahora se encuentra repleta de personas que acampan cada cierto tiempo, para sentir ese intenso frío que suele cobijar tan imponente lugar.
4 rocas que forman Las Pirámides, y todos presurosos a ir en busca de ese recuerdo que le muestre al mundo que pudieron lograr alcanzar un reto descabellado para algunos, pero solo aquellos que no son capaces de apreciar la belleza de un entorno vegetativo, tirar la vista por los enormes e interminables precipicios, tratando en vano de alcanzar el fondo, pueden no entender la satisfacción de un logro como este.
El retorno todavía es mucho más ligero, pues se trata prácticamente de bajar todo eso que estuviste escalando por tanto tiempo, pero a la vez el trayecto se encarga de todavía hacerlo más esplendoroso, pues se aprecia mucho más el paisaje que vas dejando tras de ti y con la despedida al caer la tarde de esa capa que viene bajando y augurando el descenso no solo de ti, sino de las temperaturas, indicando de manera expresa, que las mismas auguran una noche y madrugada con escasos grados, poniendo al tope la resistencia al frío, ese que logra doblar hasta tus costillas, buscando en vano un ligero grado de calor.